Nuestros vecinos invisibles

Mapache captado en el perímetro de la zona urbana en Los Cabos, BCS / Emer García

Desde que comenzó este episodio histórico de confinamiento social por la contingencia sanitaria derivada de la pandemia por Covid-19, ciudadanos de todos los continentes observaron que, al paso de los días, aumentaban los avistamientos de individuos o agrupaciones de animales que habitan en los alrededores o que se conocía su presencia previa al desarrollo de la infraestructura urbana y turística.

Imágenes de monos en Indonesia, elefantes en la India, piaras de jabalíes en España y Francia, así como cabras en Italia – también en Italia, delfines en los canales de Venecia. En el lado americano, pumas en Chile y en California y Colorado, EE. UU., donde también se han observado osos, bisontes, alces, linces, lobos y otros mamíferos terrestres más, sin mencionar aves y reptiles que han salido de sus madrigueras y refugios habituales para deambular, merodear y buscar alimento en las comunidades con escasa presencia humana.

En México se han reportado osos en Nuevo León, coyotes en Sonora, jaguares en Quintana Roo donde, también, se observan más confiadas las parvadas de flamencos. En el mar, delfines, tortugas y tiburones.

En el mismo sentido, pero en Los Cabos, Baja California Sur, la población despertó con la noticia de un “puma sierreño” en un campo de golf cercano a la costa del Pacífico, en los linderos de la ciudad. El registro incluía un video que mostraba el cuerpo del felino oculto entre los arbustos espinosos, una sombra que rugía y gruñía pero que no era un puma sino un gato montés, primo menor del lince cuyo hábitat es amplio y está bien representado en la región. Su característica más conspicua es la cola corta y orejas puntiagudas. 

La noticia dio vuelta y generó un debate sobre la identidad del visitante, y si era un peligro para los usuarios del campo de golf o para los habitantes, lo cual derivó a una cuestión más profunda ¿Le hemos robado el hábitat al gato montés y otros vecinos como liebres, mapaches, zorros, coyotes y venados?

Conducir en la red carretera de Sudcalifornia ofrece la posibilidad de encontrarse – con mayor o menor riesgo de colisión – animales como vacas, chivos y caballos o asnos, así como venados, coyotes, zorros, zorrillos y por supuesto, correcaminos, además de queleles, zopilotes, águilas pescadoras y una que otra gaviota despistada. Por tanto, no es disparatado pensar que esa misma fauna se localice en los espacios limítrofes de la mancha urbana, zonas turísticas o tiraderos de basura. Los animales estuvieron en esa zona antes que nosotros y algunos de ellos siguen ahí, tal vez no en la misma cantidad: con presencia regular pero silenciosa, habituándose algunos de ellos a interactuar con los humanos aprovechando los residuos orgánicos que se generan por las actividades cotidianas.

Y si ahora los vemos con más frecuencia, considerando que están recuperando su hábitat o que se han vuelto más confiados, es parte de esa realidad. La presencia humana modifica el entorno y lo hace difícil para la supervivencia de ellos, pero por otra parte crea “abrevaderos” artificiales en los campos de golf o en las lagunas de oxidación, presas y hasta en las fugas de agua en los acueductos que alimentan la red de agua potable en Loreto, La Paz, y Los Cabos.

Otra razón es que, definitivamente, algunas especies son más “tímidas” y recelosas que otras, por lo tanto el ruido, la presencia de trabajadores o usuarios, vehículos y nuestras mascotas, domésticas y ferales, hacen que reserven las visitas a la noche o cuando en ocasiones como esta, disminuye la presencia humana.

En el campus Los Cabos de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, el Laboratorio para el Estudio y Conservación del Hábitat, se desarrollan proyectos de investigación sobre el efecto de las actividades humanas – no solo turísticas – en el ambiente utilizando indicadores que pueden ser fauna, paisaje, impacto ambiental o social. Uno de estos trabajos se realiza en cauces de arroyos y campos de golf donde se instalan cámaras trampa que se activan con el movimiento y pueden capturar imágenes que de otra manera sería difícil de lograr. Así se han registrado venados, gatos monteses, coyotes, mapaches, correcaminos, codornices, entre otras especies (Figura 1).

Figura 1. Coyote, mapache venado, víbora de cascabel, correcaminos y alicante (Fotos: Emer García)

Por otra parte, en al ambiente marino, las costas sudcalifornianas son reconocidas por permitir el avistamiento de lobos marinos, delfines, ballenas, tortugas, tiburones y mantarrayas. Lo cual ha generado que, en Guerrero Negro, San Ignacio y Bahía Magdalena empresas organicen expediciones para los avistamientos de ballena gris, mientras que en Loreto se enfocan a la ballena azul, y en La Paz al tiburón ballena, lobos marinos, ballenas y delfines; en Los Cabos se enfocan a buscar manta gigante y tiburón ballena – además de fauna arrecifal en Cabo Pulmo – y ballena jorobada, delfines, tortugas y lobos marinos (Figura 2).

Figura 2. a, Ballena gris en Bahía Magdalena (Foto: Francisco Patiño); b y d, Ballena Jorobada en Los Cabos (Ricardo Nieto); y c, Ballena azul en Loreto (Josué Navarro).

Por tanto, no es raro encontrar estos animales carismáticos en época de crianza o alimentación, sólo que ahora ha sido más frecuente y prologada la interacción.

Es inevitable interactuar con el ambiente, ya sea fauna, territorio o recursos hídricos, pues hemos hecho de esa presencia y abundancia una ventaja comparativa para diferenciar la oferta turística. Sin embargo, urge modificar la percepción sobre nuestro derecho a explotar dichos recursos. Como en toda vertiente del turismo actual después del 2020, el reto es modificar el modelo actual y crear un paradigma menos intrusivo.

Recomendaciones

  1. Crear corredores ecológicos que permitan el tránsito seguro de la fauna terrestre cuando la infraestructura vial o desarrollos habitacionales y turísticos, fragmenten los territorios. Ejemplo de ello hay en Canadá y EE. UU. donde oleoductos y autopistas interrumpían el tránsito de alces, bisontes y caribúes y ahora por medio de túneles o pasos a desnivel están sorteando dichas barreras.
  2. Evitar la liberación de perros y gatos al ambiente que nos rodea pues su instinto de supervivencia los convierte en fauna feral que se alimenta de aves, reptiles y pequeños mamíferos que no tenían depredadores naturales o había balance en las poblaciones; en el caso de reptiles, aves o peces pueden competir por territorio o depredar a las poblaciones nativas reduciendo y extinguiendo las poblaciones. En las principales ciudades y centros turísticos existen albergues o instituciones que pueden recibir la fauna que ya no se desea conservar.
  3. Separar los desechos orgánicos de los residuos sólidos, reduciendo la posibilidad que la fauna silvestre encuentre una fuente de alimentación que los haga vulnerables al exponerse a los riesgos de los centros de población.
  4. Promover la creación de un Departamento de Sustentabilidad en los hoteles y desarrollos turísticos, que intervengan el ambiente para beneficio de la fauna silvestre y ayuden a la conservación como ocurre con las iniciativas de cuidado y liberación de tortugas, conservación de manglares y marismas, bosques, dunas o playas. Este mismo departamento puede diversificar el campo de acción hacia las energías alternativas y esfuerzos de reciclaje de residuos sólidos y desechos orgánicos.

Texto escrito en colaboración con Emer García de la Puente Orozco y María Josué Navarro Sánchez (Laboratorio para el Estudio y Conservación del Hábitat, UABCS Los Cabos) y Yoaly Nieves Barrientos (Lic. Gestión de Servicios Turísticos, UABCS Los Cabos)

Marcos de Jesús Roldán: (México, D. F.). Profesor universitario y de bachillerato, vive en Baja California Sur desde 1985. Con estudios en Comercio Exterior y Administración de Negocios; viaja, escribe, lee y bebe café. No sabe estarse quieto pues afirma que viajar, más que una actividad, es un estilo de vida.
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