Dentro de una charla amena que tuve no hace mucho tiempo con un amigo, me causó revuelo una frase que emitió, refiriéndose a que, después de la pandemia, todos nos habíamos vuelto «todólogos», específicamente en el sector del turismo, área en la que nos desarrollamos ambos, no eximiendo a otros sectores económicos que versan en el mismo supuesto y cargan con sus propias complejidades. Dicha frase retumbó en mi cerebro durante algunas horas post plática entre “colegas”, condición que me llevó a analizar una realidad estridente, tan real como habitual.
Y es que, la tecnología que se desarrolló a pasos agigantados después de la pandemia, la apremiante necesidad de salir del encierro, la pérdida sustantiva de oportunidades laborales y la participación amplia, permisiva e incluyente en plataformas digitales, dieron paso al nacimiento de tendencias informativas con el objetivo de compartir qué hacer, a dónde ir y cuánto gastar después de la inolvidable crisis sanitaria, tanto en aquellos sitios catalogados como turísticos, a decir, playas, pueblos mágicos y sitios arqueológicos; así como en algunos otros atractivos emergentes e incipientes hasta en esos momentos no tan conocidos, generando una gran aceptación entre quienes buscaban opciones de viajes y recorridos, ya fueran de un solo día o con pernocta, con el simple propósito de recuperar algo de tranquilidad personal o familiar, dando paso a una nueva etapa de mega propulsión en el sector de los viajes, esto, en cuanto a que ya no solo bastaba con compartir las anécdotas y recomendaciones, sino que sirviéndose de la gran apertura de la data, posibilitó el incremento inconmensurable de personajes viajeros que vislumbraron en esta modalidad una forma bien aceptada de incrementar su economía personal, empero, el incremento de dicha oferta fue rebasada por mucho, tanto en la capacidad de carga de muchos de los sitios turísticos que fueron sujetos de un turismo en masas propiciando así a iniciar con análisis para poder encontrar estrategias factibles para el reordenamiento cotidiano de los visitantes y/o turistas. De igual forma, vióse afectada también la capacidad gubernamental para legislar y normar a quienes promueven y venden viajes turísticos, ya sea digital o de manera física.
Dichos axiomas colocan a esta nueva realidad de apertura e inclusión en escenarios que van más allá de vender viajes: se trata de certificar a quienes venden esos viajes, se trata de enumerarlos en un solo registro, se trata de consolidar la figura del verdadero agente de viajes capacitado que no solo vende, sino que diseña la experiencia del viaje en un mundo actual en el que se requiere de mayor conocimiento y aptitudes debido a que los viajeros están más informados, apoyados de una inteligencia artificial que ya les arma una ruta turística, en esta realidad en la que las limitantes por parte de las entidades públicas han encarecido la numeralia objetiva y real de las agencias de viajes, más digitales que físicas, que enajenan viajes con o sin autorización de quienes se identifican como autoridades turísticas gubernamentales, en donde las sanciones y amonestaciones son carentes, por no decir inexistentes.
Actualmente, en la psique del comprador, no solo es pagar un viaje; hoy quieren asesoría, quieren profesionalización, quieren garantía además de experiencia y tranquilidad a la hora de viajar, porque no es lo mismo vender un viaje a Acapulco que recomendar en dónde pueden comer el mejor pozole en Acapulco.
Al término de mi análisis y reflexión respecto a que, después de la pandemia nos habíamos vuelto todólogos y en una segunda charla con el amigo en cuestión, sorpresa para mí fue saber que no es colega ni agente de viajes, pero sí se une a la larga lista de vendedores de viajes turísticos que no son parte de las numeralias gubernamentales, pero que actúan, promueven, enajenan y se presentan como tal, puesto que, en su caso, afortunadamente labora como un exitoso ejecutivo en el mundo corporativo, posición que le ha dado la oportunidad de generar convenios con algunas propiedades en el sector de la hotelería, traduciéndose, per se, en contar con un ingreso extra vendiendo viajes turísticos de manera digital, sin contar con una certificación, sin contar con un Registro Nacional de Turismo, sin tener experiencia en el diseño de viajes, sin saber en qué casos es requerida la ETA, si es necesario el formato SAM, en qué situaciones existen restricciones con el pasaporte, si se puede bajar del Autocad o si las vacunas son necesarias al regresar a nuestro país, solo por mencionar algunas situaciones cotidianas que a diario preguntan los viajeros. Por lo que me percaté.
Finalmente, en honor a la verdad, si nos basamos en la Agenda 2030, con base en los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), la actividad turística será un sector clave para erradicar la pobreza, alcanzar la equidad y empoderar a los sectores vulnerables de la población, incluyendo en el turismo a todos aquellos quienes vean en esta modalidad una forma de sustento económico. Pesquisa que sugiere el arduo trabajo que tendrá el sector gubernamental para establecer en un solo registro —no opcional— las estadísticas reales de las empresas de viajes y así dar inicio a una nueva etapa organizativa de normatividad gubernamental para aquellos que desean ser parte activa de la venta de viajes turísticos, regulación que igualmente ayudaría en gran medida a la regulación de la capacidad de carga de algunos de los sitios turísticos que en últimos tiempos han tenido una desbordante afluencia turística; pero ese ya es otro tema.