La reciente aprobación, por parte del máximo órgano deliberativo del turismo mundial, de la propuesta presentada por la República Dominicana para institucionalizar la Cumbre África–Américas y establecer un mecanismo permanente de cooperación Sur-Sur marca un momento significativo en la evolución del turismo internacional. No se trata únicamente de un logro diplomático, sino de una señal clara de hacia dónde puede y debe dirigirse la cooperación turística en un mundo cada vez más interdependiente.
La iniciativa dominicana plantea la consolidación de un espacio birregional de diálogo político, técnico y estratégico, con encuentros periódicos y una agenda común orientada al desarrollo sostenible, la innovación y el fortalecimiento de capacidades. En un contexto global caracterizado por la incertidumbre, esta apuesta por la cooperación estructurada representa una visión madura del turismo como herramienta de articulación entre regiones con desafíos y oportunidades compartidas.
Índice
Un hito para la cooperación entre África y las Américas
La cooperación Sur-Sur, aplicada al turismo, va más allá del intercambio simbólico. Implica reconocer que los países de África y de las Américas poseen saberes, experiencias y modelos que pueden retroalimentarse de manera efectiva. Ambos continentes enfrentan retos similares: vulnerabilidad climática, necesidad de diversificar la oferta turística, fortalecimiento de la gestión de destinos y formación del capital humano.
La institucionalización de esta cumbre permite pasar de encuentros aislados a un marco de colaboración estable, donde las decisiones no se diluyan con el tiempo y los compromisos puedan traducirse en proyectos concretos. Desde esta perspectiva, el turismo deja de ser un asunto estrictamente nacional para convertirse en una plataforma de cooperación regional con visión de largo plazo.
Implicaciones para la República Dominicana
Para la República Dominicana, este paso consolida su rol como actor relevante en la gobernanza turística internacional. El país no solo es reconocido por sus resultados en llegada de visitantes, sino también por su capacidad de liderazgo, articulación y propuesta en espacios multilaterales.
Asumir este protagonismo implica responsabilidades, pero también oportunidades: mayor visibilidad internacional, posicionamiento como sede de diálogos estratégicos, atracción de iniciativas de cooperación técnica y fortalecimiento de su imagen como destino comprometido con un turismo más integral, planificado y sostenible.
Impacto para el Caribe
El Caribe, tradicionalmente asociado a modelos turísticos concentrados, encuentra en este mecanismo una oportunidad para ampliar su horizonte estratégico. La cooperación birregional abre la puerta a nuevas alianzas en áreas como gestión sostenible de destinos, innovación tecnológica, adaptación al cambio climático y diversificación de productos turísticos.
Además, permite que los países caribeños participen de redes más amplias de conocimiento y experiencias, superando el aislamiento que en ocasiones limita la capacidad de respuesta ante desafíos globales.
África y una mirada compartida al desarrollo turístico
Para África, la institucionalización de este espacio representa una ventana estratégica para potenciar un sector turístico con enorme capacidad de crecimiento. El intercambio con las Américas puede facilitar procesos de transferencia de conocimiento, desarrollo de productos turísticos interculturales, iniciativas conjuntas de promoción y fortalecimiento de la formación profesional.
Esta relación birregional, basada en el respeto y la cooperación horizontal, contribuye a equilibrar las narrativas tradicionales del turismo global, donde muchas veces las voces del Sur han tenido menor protagonismo.
Reflexión final: el turismo como puente entre regiones
Más allá de los acuerdos formales y las estructuras institucionales, este avance invita a una reflexión más profunda sobre el papel del turismo en el mundo contemporáneo. El turismo no es solo una actividad económica; es un espacio de encuentro entre culturas, una herramienta de diálogo y una vía para construir relaciones más equitativas entre regiones.
La institucionalización de la Cumbre África–Américas demuestra que, cuando se concibe desde una visión amplia y colaborativa, el turismo puede convertirse en un verdadero puente de desarrollo compartido. Un puente que no conecta únicamente destinos, sino también voluntades, conocimientos y futuros posibles.

