Viajar distinto: Un turismo que deja huella

Quiero empezar contándote algo.

Hace un tiempo visité un pueblo mágico muy famoso. Seguro lo has visto en redes: calles llenas de color, murales perfectos para las fotos, cafés bonitos y ese ambiente que parece hecho para las historias de Instagram. Pero cuando llegué, noté algo que no aparecía en las publicaciones.

Las calles estaban saturadas, los restaurantes no daban abasto y la gente local, aunque sonriente, parecía cansada.

Platicando con algunos habitantes, me dijeron algo que se me quedó grabado: “Sí, llegan muchos turistas, pero el agua ya empieza a escasear, la basura se acumula y muchos de nosotros apenas ganamos lo mínimo para poder sobrevivir”.

Ese día entendí algo que cambió mi forma de ver el turismo: Tener más visitantes no siempre significa tener un mejor turismo. Entonces me hice una pregunta: «¿Cómo saber si el turismo está ayudando o dañando a un destino?«

Y la respuesta la encontré en algo que a veces suena muy técnico, pero que en realidad es profundamente humano: los indicadores turísticos. Medir lo que pasa en un destino no es solo contar turistas, es escuchar al territorio, entender sus límites, sus necesidades y las voces de quienes lo habitan.

Medir no es controlar, es cuidar

A lo largo del tiempo, he aprendido que los datos pueden contar historias poderosas. Un número, bien interpretado, puede revelar si el turismo está mejorando la vida de una comunidad o agotando sus recursos, puede mostrar si los beneficios se quedan en el lugar o si se escapan con cada visita y, sobre todo, puede ayudarnos a tomar decisiones que hagan del turismo una herramienta de transformación.

Porque no se trata de prohibir o limitar por capricho, se trata de equilibrar, de que los destinos respiren, las comunidades prosperen y los viajeros vivan experiencias auténticas sin dejar huella negativa.

Y para eso, los datos son nuestra brújula.

Cuando medir salva un paraíso: Playa Balandra, Baja California Sur

Si alguna vez has visto fotos de Playa Balandra, sabes que parece sacada de un sueño: aguas turquesa, formaciones rocosas únicas y una tranquilidad que enamora.

Pero hace unos años, ese paraíso empezó a sufrir las consecuencias del éxito: había más visitantes de los que podía soportar, basura acumulada y daño a los ecosistemas.

Fue entonces cuando las autoridades locales, junto con académicos y habitantes, decidieron medir su capacidad de carga. ¿La meta? Saber cuántas personas podía recibir sin dañar su equilibrio natural. El resultado fue un cambio profundo: ahora se regula el acceso diario, hay horarios definidos y una gestión participativa.

Y el resultado más importante: Balandra sigue viva, y hoy es un ejemplo de cómo la medición puede convertirse en una forma de protección.

Gracias a esos datos, la comunidad puede seguir disfrutando del lugar, los visitantes viven una experiencia más respetuosa y el ecosistema se recupera. Es un recordatorio claro: cuando medimos, cuidamos.

Cuando el turismo se queda en casa: Nahá y Metzabok, Chiapas

En la Selva Lacandona, al sureste de México, las comunidades tzeltales y lacandonas encontraron en el turismo una forma de cuidar su territorio y compartir su cultura. Durante años, la tala y la falta de oportunidades amenazaron su forma de vida. Sin embargo, decidieron organizarse y crear proyectos de ecoturismo comunitario, donde ellos son los guías, los anfitriones, los guardianes de su selva.

En Nahá y Metzabok, los viajeros pueden hospedarse en cabañas ecológicas, recorrer lagunas guiados por los mismos habitantes y escuchar historias sobre su cosmovisión y medicina tradicional. Lo más valioso es que más del 75% de los ingresos se queda en la comunidad. Es decir: el turismo deja de ser extractivo y se convierte en una fuente real de bienestar local.

Y no solo eso. Los datos muestran que estos ingresos ayudan a conservar los bosques, fomentar el empleo juvenil y revalorar la cultura. El turismo aquí no solo es sostenible, es regenerativo: deja los lugares mejor de lo que estaban.

Durante mucho tiempo, hablamos de sostenibilidad como la meta: no destruir, mantener el equilibrio, minimizar los impactos. Pero hoy sabemos que eso ya no es suficiente.

El futuro del turismo no es solo sostener, sino regenerar: sanar lo que se ha dañado, revivir lo que se ha perdido y construir relaciones más justas entre visitantes, comunidades y naturaleza.

Cada indicador es una ventana para ver la realidad:

  • ¿Cuánta agua se consume?
  • ¿Cuántos empleos genera?
  • ¿Cuánto dinero se queda en el destino?
  • ¿Qué tan satisfechos están los habitantes?
  • ¿Se están conservando los ecosistemas?

Responder estas preguntas con datos no es un lujo, es una necesidad.

Tú, que viajas, que compartes, que eliges, tienes más poder del que imaginas. Cada decisión que tomas como viajero o viajera puede transformar un destino. Cuando eliges un hospedaje local, estás apoyando a una familia. Cuando decides visitar en temporada baja, ayudas a distribuir mejor los flujos. Cuando preguntas por la historia del lugar, estás honrando su cultura.

Y si decides dedicarte al turismo, puedes ser parte de una nueva generación de gestores conscientes, analistas de datos, planificadores sostenibles o emprendedores regenerativos. Una generación que entiende que los números también cuentan historias, y que medir no es aburrido: es una forma de cuidar lo que amamos.

Medir para transformar, transformar para regenerar.

El turismo no es el villano. El problema es cuando se desarrolla sin escuchar, sin planear y sin medir. Pero cuando lo hacemos con datos, empatía y participación, el turismo puede convertirse en una herramienta de transformación social y ambiental.

Un turismo que no solo busca atraer más visitantes, sino mejorar la vida de quienes los reciben. Que no solo minimiza impactos, sino que regenera ecosistemas, economías y culturas.

Así que la próxima vez que viajes, pregúntate: ¿Estoy siendo parte del problema o parte de la regeneración?

Y si trabajas en turismo, recuerda: medir es cuidar. Cada dato, cada indicador, puede ser la semilla de un cambio profundo. Porque el turismo del futuro no será el destino que crezca más, sino el que se transforme mejor.

Ricardo Alfonzo: 🇲🇽 Gestor Turístico de profesión, runner por convicción. Soy viajero, nómada y lector empedernido. Amante del café, la cultura y la naturaleza. Escribo sobre lo que veo, lo que pienso y lo que siento. "Para algunos, los que viajan, las estrellas son sus guías".
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