Una reflexión crítica sobre seguridad, gestión del riesgo y ética turística tras la tragedia de 2025 en la Patagonia chilena.
Hace unas semanas ocurrió una tragedia en Torres del Paine, donde cinco excursionistas perdieron la vida tras quedar atrapados por una tormenta sorpresiva; esto vuelve a colocar sobre la mesa un viejo dilema del turismo de aventura: ¿cuándo el riesgo es inherente al destino y cuándo es resultado de fallas humanas, institucionales y éticas? En una de las reservas naturales más icónicas del planeta, lo sucedido no fue un desastre natural inevitable. Fue una cadena de omisiones.
Un sistema que permitió la catástrofe
Los testimonios de sobrevivientes revelan que, pese a las alertas meteorológicas y al deterioro evidente del clima, las rutas del circuito “O” permanecieron abiertas. Se aseguró a los visitantes que el parque estaba “en condiciones” y que era seguro avanzar. No había guardaparques en la zona al momento crítico; los refugios y puntos de resguardo estaban cerrados o abandonados; y no existió una capacidad efectiva para prevenir, alertar o evacuar (24 Horas, 2025).
Cuando la gobernanza turística falla, el paisaje no es el responsable. La institucionalidad, sí. Torres del Paine es un destino que recibe más de 300 mil visitantes al año, muchos de ellos extranjeros que dependen de la información oficial, de los operadores turísticos y de la capacidad estatal para garantizar, si no la ausencia de riesgo, al menos un sistema de protección mínimo.
El riesgo como fenómeno social, no solo natural
Autores como John Urry y Tim Edensor han señalado que la experiencia turística implica imaginar paisajes, construir significados y asumir riesgos que se integran al atractivo del destino. Sin embargo, la sociología del turismo coincide en que la aventura no exime a los Estados ni a los gestores de cumplir con estándares mínimos de seguridad (Urry, 2002; Edensor, 1998).
En Torres del Paine, lo ocurrido confirma que el riesgo no es solo meteorológico: es organizacional, político y humano. La tragedia muestra cómo la ausencia de protocolos claros —o su incumplimiento— convierte un evento natural en un desastre social.
Turismo, responsabilidad y ética pública
Más allá de las responsabilidades legales, la crisis revela una falla en la ética del turismo contemporáneo. Promover destinos extremos exige asumir también el deber de acompañar, informar, vigilar y actuar. Las instituciones públicas tienen la obligación de proteger al visitante; los concesionarios, de operar con estándares internacionales; y los turistas, de informarse y respetar restricciones. Pero la carga ética principal recae siempre en quien administra el territorio.
La pregunta de fondo es incómoda pero necesaria: ¿por qué el parque permaneció abierto cuando el clima ya mostraba condiciones peligrosas? ¿Por qué no había personal en sectores críticos? ¿Por qué los refugios estaban cerrados? Hablar de turismo sostenible sin sistemas robustos de seguridad es una contradicción.
Imaginarios turísticos y la falsa sensación de control
El imaginario de Torres del Paine como “destino perfecto”, altamente regulado y seguro, puede haber alimentado la confianza excesiva de los visitantes. Sheller y Urry (2004) advierten que la movilidad turística moderna tiende a invisibilizar la precariedad de los territorios donde circula; los turistas esperan eficiencia nórdica incluso en entornos inhóspitos.
Cuando esa ilusión colapsa, aparecen tragedias que exponen fragilidades institucionales que se venían arrastrando desde hace años, especialmente en parques de alta demanda y recursos limitados.
¿Qué sigue? Hacia una nueva ética del manejo de áreas protegidas
Lo sucedido en Torres del Paine debe ser un punto de inflexión. No basta con lamentar; se requiere revisar protocolos, fortalecer capacidades, instalar sistemas de monitoreo meteorológico en tiempo real, garantizar presencia de guardaparques y abrir debate sobre la responsabilidad compartida de operadores, Estado y visitantes.
La tragedia no fue causada por la montaña, ni por el frío, ni por la tormenta. Fue causada por decisiones — o la ausencia de ellas—. La Patagonia siempre ha sido indómita. Eso no cambiará. Lo que sí puede —y debe— cambiar es la forma en que gestionamos los riesgos del turismo que enviamos allí.
Referencias
- Edensor, T. (1998). Tourists at the Taj: Performance and meaning at a symbolic site. Routledge.
- Sheller, M., & Urry, J. (2004). Tourism mobilities: Places to play, places in play. Routledge.
Urry, J. (2002). The tourist gaze. SAGE. - 24 Horas. (2025). Detalles inéditos de la tragedia en Torres del Paine. TVN Chile.
- The Guardian. (2025). ‘Fearing for our lives’: Australians tell of Chilean mountain horror.

