A 330 km de Catamarca capital (en Argentina), aproximadamente, se encuentra Fiambalá, que en voz cacán, hoy lengua extinguida, significa «lugar del viento o casa del viento». Curiosamente, en este lugar corren fuertes vientos. El paisaje árido predominante en la región no es sinónimo de escasez, sino todo lo contrario.
Allí hay turismo, patrimonio y cultura: se cultiva la vid, se practica sandboard en las cercanías, están las termas de Fiambalá, y en los alrededores hay dunas como en Tatón y Saujil. Por ello quizás, al departamento de Tinogasta sus antiguos pobladores lo llamaban así; en lengua cacán significa «reunión de pueblos» y hay un gran número de poblaciones cercanas entre sí, conectadas por la ruta nacional 60, que son dignas de ser conocidas.
Tinogasta significa una combinación de actividades que constituyen una gran oferta turística. Es por esta razón que al referirnos a ella hablamos de “experiencia”.
Los lugareños son conscientes de su oportunidad en el ambiente; quizás por eso, paseando por sus calles tranquilas pero con flujo de personas debido a la actividad turística, se puede evidenciar su preparación para esta industria al observar tablas para hacer sandboard no solo en las agencias de turismo, sino en kioscos, despensas, verdulerías, etc.
Al preguntar por lugares para visitar o recomendaciones, los pobladores despliegan todo su conocimiento, que los hace protagonistas del turismo, invitando a los turistas a quedarse más de un día para recorrer el departamento y sus diferentes atractivos. Está de más aclarar que los que sabemos de la industria turística tenemos claro que, para que la estadía sea ideal, el turista debe pernoctar aunque sea por una noche.
En Tinogasta las actividades se conjugan con la historia, con la producción y con su identidad. La experiencia es lo que importa, lo que el turista se lleva. El potencial de este lugar está en lograr experiencias memorables, combinando factores como la producción de la vid, las dunas, los seismiles (zona de montaña que alcanza los 6,000 m de altura, lugar elegido por excursionistas y montañistas de todo el mundo), el paso de San Francisco, las termas de Fiambalá, las termas de la Aguadita, la ruta del adobe…
Esta conjunción de atractivos genera una gran experiencia que nos invita a vivir el turismo y no solo a verlo. El turismo internacional posa sus ojos en este producto turístico, el cual gradualmente crece y exige mayores servicios. Atrae quizás su paisaje inhóspito, su geografía, sus montañas, pero la verdad es que cada día nacen nuevas oportunidades para una actividad tan dinámica como para transformar a comunidades enteras brindando posibilidades de desarrollo.