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El Grito de Dolores y la memoria colectiva de México

Los viajes nos brinden la emocionante oportunidad de ampliar nuestro horizonte y conocer nuevas culturas y tradiciones. Cada país tiene sus propias características culturales y un pasado de acontecimientos que a lo largo de su historia han formado su identidad nacional. Yo, como danés, vengo de un país que no tiene un día de independencia para conmemorar ni celebrar, ya que la memoria colectiva de Dinamarca se basa en otros acontecimientos históricos. Entonces, al viajar y conocer nuevos países, los días conmemorativos son un buen punto de partida para entender qué ha creado y al mismo tiempo mantiene cierta solidaridad entre los habitantes de un país. Los días conmemorativos destacan momentos claves de la historia que persisten en la actualidad. De tal modo, siguen formando la esencia de la memoria colectiva que genera una sensación comunitaria dentro de un país.

El conocer las fiestas patrias de antemano ayuda a percibir la punta del iceberg cultural para luego, estando en el país, profundizar en cada particularidad que en su conjunto constituyen el mosaico cultural del país. A mi parecer, una gran parte de la memoria colectiva mexicana se arraiga en el día de la independencia de 1810. Cada año el 15 de septiembre a las once de la noche, los mexicanos se reúnen en las plazas en todas partes del país para dar El Grito como una repetición simbólica de cuando Miguel Hidalgo y Costillo levantó la voz de la independencia en la madrugada del 16 de septiembre del año 1810.

A pesar de las muchas diversidades en la vida diaria, la conmemoración de la independencia se convierte en un motivo para juntarse en solidaridad y celebrar el hecho histórico que manifiesta el día en que el territorio que se habita se liberó y se formó como nación. La independencia funciona como símbolo del inicio de una nación unida que desde ese momento viene desarrollando su identidad nacional.
Aquí cabe agregar la suposición, que todas naciones son comunidades imaginadas, lo cual explicaré más adelante. Por consiguiente, es interesante ver los elementos que generan la sensación comunitaria y el sentimiento de pertenecer a una nación. Se los puede iluminar a través de dos teorías; la de la memoria colectiva y la de las comunidades imaginadas.

Los días conmemorativos y fiestas patrias le recuerdan a la nación de los ejes sobre los que su identidad está construida. Las conmemoraciones mantienen el pasado presente en la memoria colectiva y les alientan el patriotismo a los que las celebran. La memoria colectiva enlaza la sensación comunitaria al través de generaciones y se la transmite a las futuras generaciones. Otro aspecto interesante de la memoria colectiva es su función política. Los días conmemorativas conforman un discurso con el cual el gobierno puede ejercer una legitimación de su poder.

México tiene varias fiestas patrias. Lo que todas tienen en común es al ser celebradas se destacan en la memoria colectiva frente a otros acontecimientos históricos. Por lo tanto, la memoria colectiva resulta ser subjetiva; en el sentido de que es selectiva y solo destaca los momentos históricos que dan sentido para la identidad nacional.

El término Les lieux de mémoire[1] presentado por el historiador francés Pierre Nora refiere a lugares de memoria como p.ej.  el monumento de la independencia El Ángel en la Ciudad de México o las estatuas de homenaje a Miguel Hidalgo. De igual manera que los días conmemorativos, estos lugares de memoria aseguran que no se olvide de los acontecimientos que son importantes para la autopercepción como nación unida.

Volviendo al tema de las naciones como comunidades imaginadas; Benedict Anderson, un estudioso de ciencia política, decía que una nación es una comunidad imaginada porque uno jamás conoce a todos los que se consideran parte de la misma nación[2]. Sin embargo, las naciones existen. Hay varios elementos que hacen que los ‘miembros’ de una nación se puedan identificar y sentirse parte de la misma nación. Son símbolos nacionales como la bandera, el himno, la lengua, las costumbres, las tradiciones y el pasado común. Estos elementos sostienen la comunidad imaginada.

Cuando visité México por primera vez, me encontraba en un país de una cultura muy distinta a la de Escandinavia de dónde vengo. No obstante, una cultura extremadamente fascinante. Para mí, un aspecto interesante para averiguar es cómo los símbolos antes mencionados hacen que los que nacieron en un determinado territorio pueden identificarse al instante, aunque no se conozcan.

Cada uno crecimos en una comunidad imaginada y el viajar nos da la oportunidad de conocer otras y experimentar las diferencias que al mismo tiempo nos confirman o nos hacen más conscientes de las particularidades culturales de dónde venimos.

Bibliografía

  • Anderson, Benedict. Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Nationalism. Verso, 1993 (Reprinted).
  • Nora, Pierre. Between Memory and History: Les Lieux de Mémoire en No. 26, Special Issue: Memory and Counter-Memory p. 7-24. 1989
  • [1] Nora p. 12
  • [2] Anderson p. 6
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Acerca de Jonas Sosa Weinreich

Estudiante de maestría de Estudios Interculturales en la Universidad de Aarhus, Dinamarca. Áreas: Identidad y memoria colectiva. Culturas locales en un mundo globalizado. Comunicación intercultural. Cosmopolita con raíces en dos culturas – la danesa y la mexicana.

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